El 2006 puede ser el primer año en que se estabilicen las emisiones de gases de efecto invernadero. España sobrepasa el 15% permitido por el protocolo de Kyoto; en 1990 llegó al 52%. Dicho protocolo finalizará en el 2012, y aún no hay ningún plan para después. Esto afecta negativamente las decisiones empresariales en la reducción de emisiones, e impedirá que se asuman compromisos de reducción más exigentes en un futuro.
Las empresas tendrán cada vez más presión para contribuir, ya que si no lo hacen, pueden perder valor en la sociedad y competitividad, o puede que se reduzca el valor de la acción o la marca. No es lógico que una misma empresa tenga dos comportamientos diferentes respecto a la contaminación dependiendo de su ubicación.
Los consumidores podemos contribuir al compromiso de las empresas, denunciando o castigando la falta de colaboración. Si las empresas observan que los consumidores aprecian el respeto por el medio ambiente, acabarán disminuyendo las emisiones por tal de captar clientela.
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